Análisis costo-beneficio
Mariana Patricia Aguirre Rueda 214534016
Los análisis de
costo-beneficio (ACB) requieren que las consecuencias de la intervención a
evaluar sean expresadas en términos monetarios, lo que permite al analista
hacer comparaciones directas entre distintas alternativas por medio de la
ganancia monetaria neta o razón de costo-beneficio. El hecho que tanto los
beneficios como los costos estén expresados en una misma unidad facilita que
los resultados finales sean analizados no sólo en el ámbito de la salud, sino
que también en comparación a otros programas de impacto social como es el caso
de la educación o el transporte público.
En términos generales existen
tres métodos para asignar un valor monetario a beneficios en salud: capital
humano, preferencias reveladas y disposición de pago o valoraciones de
contingencia. Cuando se utiliza el método de capital humano, los beneficios se cuantifican en relación al
cambio o mejora de la capacidad en la productividad de los individuos medida
por ingresos económicos asociados a esa productividad. Los estudios de
preferencias reveladas por otra parte, buscan inferir la valoración de la salud
a partir de las decisiones que toman los individuos en la práctica. Por
ejemplo, se puede determinar la equivalencia entre el valor asociado al riesgo de
tener un accidente laboral y el nivel de ingresos en una determinada profesión.
Finalmente, en las valoraciones de contingencia, los individuos deben responder
cuanto están dispuestos a gastar para obtener un determinado beneficio en salud
o evitar los costos de una determinada enfermedad.
El análisis costo-beneficio
El análisis costo-efectividad
permite la comparación de programas cuyos resultados pueden medirse
En las mismas unidades. Sin embargo, en muchas
ocasiones tenemos que enfrentarnos con el caso
Problemático y difícil de programas con diferentes
resultados.
Podemos pensar en dos tipos
de situaciones: a) programas que producen varios efectos, comunes a todos
ellos, pero en distinto grado en cada programa, y b) programas que producen uno
o varios efectos distintos.
Un ejemplo de la primera
situación lo podríamos encontrar si incluyéramos variaciones en la calidad de
vida al comparar diálisis domiciliaria, diálisis en el hospital y trasplante de
riñón. También podríamos incluir las complicaciones médicas de cada uno de los
sistemas. En este caso, cada uno de los programas tiene tres efectos y cada uno
en grado distinto.
Un análisis costo-efectividad
requeriría hallar tres ratios para cada uno de los efectos. El problema
radicaría en el hecho de que no hubiera un programa que fuera superior a los
restantes en cada uno de los tres
ratios. ¿Qué programa elegir entonces? Ante esto son posibles dos alternativas:
establecer prioridades en los efectos o combinar los efectos y producir un
denominador común. Es decir, supongamos que la diálisis produce más años de
vida, con baja calidad y con pocas complicaciones, mientras que el trasplante produce
menos años de vida con más calidad y con pocas complicaciones.
Para elegir entre estas dos alternativas
podemos establecer prioridades (por ejemplo, cantidad de vida antes que calidad o viceversa) o
combinar los efectos en un denominador común (por ejemplo, un año de vida en el
estado X es igual a 8 meses en el estado Y). Un ejemplo de la segunda situación
sería la comparación de un programa de detección de los hipertensos para
prevenir muertes por infarto y un programa de vacunación contra la gripe para
disminuir el número de días de trabajo perdidos. No hay manera, en principio,
de comparar estos programas.
Los casos expuestos son una muestra
de la necesidad de utilizar un denominador común para poder evaluar distintos
programas Para ello hay que dar un valor a los efectos de cada medida.
Una manera de hacerlo es
utilizar el dinero: dar un valor monetario a los días de trabajo perdidos que
se evitan, a los años de vida ganados o a las complicaciones médicas que se
evitan. Cuando utilizamos el dinero como denominador común estamos ante el
análisis costo-beneficio (ACB).
Cuando un programa o
intervención sanitaria ocasiona mayores costos y también mejores resultados, el
análisis costo-efectividad no proporciona información suficiente para decidir
si éste debe ser adoptado o financiado. Con el análisis costo-efectividad, en
este caso, se requiere algún criterio externo (a menudo arbitrario) sobre el
costo máximo por unidad de efectividad o el costo máximo por año de vida
ajustado por calidad que estamos dispuestos a financiar. Es decir, aunque el
análisis costo-efectividad, aparentemente, evita la valoración monetaria de los
efectos sobre el estado de salud, para que sus resultados sean utilizados en la
toma de decisiones se requiere que «alguien» establezca de forma implícita o explícita ese valor monetario para el
efecto sobre la salud.
En
términos generales, el análisis costo-beneficio ha sido poco utilizado hasta la
actualidad en el contexto de la evaluación de proyectos cuyo resultado
principal consiste en la mejora del estado de salud de los individuos. Ello ha sido
debido a las dificultades y resistencias que presenta la valoración monetaria
de los cambios en el estado de salud.
En realidad, durante muchos
años la evaluación económica de programas sanitarios ha preferido la
utilización de técnicas de evaluación como el análisis costo-efectividad o el
análisis costo-utilidad que utilizan medidas de resultado en unidades físicas
(años de vida o años de vida ajustados por calidad, por ejemplo) en de tipo
monetario. La aplicación de nuevas técnicas
de valoración monetaria, como la valoración contingente en salud, sin
embargo, está reabriendo de nuevo el camino para un creciente desarrollo del
análisis costo-beneficio en sanidad. Las ventajas de la aplicación del análisis
costo beneficio en la valoración de programas, cuyo efecto principal consiste en
cambios en el estado de valoración de
programas, cuyo efecto principal consiste en cambios en el estado de salud,
reside en el hecho de que este enfoque es el único que se encuentra bien
fundamentado en la economía del bienestar y el único que puede ser utilizado
para informar decisiones de asignación de recursos, tanto entre programas sanitarios como entre programas sanitarios y
no sanitarios.
En sus inicios, la valoración
monetaria explícita de los efectos sobre el estado de salud en un ACB se
realizó en función de la capacidad de producción de bienes y servicios que
suponía la mejora del estado de salud de los individuos (enfoque del capital
humano). Así, el valor monetario del tiempo vivido en un mejor estado de salud se
valora en este enfoque mediante los salarios y se obtiene el valor actualizado
de los salarios futuros como medida de resultado. Algunas críticas a la
utilización de este enfoque resultan obvias: los salarios no siempre reflejan
la productividad marginal de los trabajadores, sino que en el mercado de
trabajo subsisten desigualdades e inequidades que poco tienen que ver con el
valor social de la productividad; por otro lado, una medida del valor social de
los resultados de los programas de atención sanitaria requiere valorar no sólo
el tiempo de los que trabajan sino también de los que no lo hacen.
Si lo que se pretende es
obtener una medida (monetaria) del bienestar social aportado por una
intervención sanitaria, entonces lo que deberíamos medir es la suma del
bienestar de cada individuo, siendo éstos los más indicados para establecer
cuál es el valor que conceden a una determinada mejora del estado de salud
(utilidad).
Bibliografía/ Referencias
·
IVÁN JOSÉ TURMERO ASTROS. (2010). Evaluación de proyectos
por medio del análisis costo beneficio . monografias , 2, 22
·
VÍCTOR ZARATE. (2010). Evaluaciones económicas en salud:
Conceptos básicos y clasificación. Rev Med Chile, 13, 5
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